En la desembocadura del río Camarones, a 100 Km de Arica, a un costado del poblado de Cuya la cultura Chinchorro revive a través de «El Cantar del Viento», una monumental obra de Johnny Vásquez y Paola Pimentel que fusiona historia y arte para honrar a una de las civilizaciones más antiguas del mundo, convirtiéndose en un emblema turístico y cultural de la región.
La experiencia de los cánticos es solo sonora, sino inmersiva, como si los difuntos estuvieran ahí, observando, cantando con nosotros, comentó una visitante.
Más allá de su belleza, «El Cantar del Viento» ha tocado profundamente a quienes vistan la obra ubicada en la ruta A-376 a un costado de la ruta 5 norte a la altura de Cuya.
Es más. Hay algo en los sonidos, una melodía que toca fibras profundas. Sonidos casi meditativos, pero cargados de una emoción indescriptible. En un momento, un canto femenino se eleva con una intensidad que eriza la piel. Es como si una madre Chinchorro llamara a su hijo perdido, una súplica de amor que atraviesa los siglos.
La creación de dos Momias Chinchorros. Su singularidad, según explicaron sus creadores, es la incorporación de sonidos musicales provocados por la interacción del viento con la morfología de la escultura.
«El Cantar del Viento» no es solo una obra para mirar, sino para escuchar y sentir. Incorporaron campanas de viento que generan sonidos místicos, diferenciando tonalidades para las figuras masculina y femenina de las momias. «La experiencia es fantástica, cuando empieza a sonar el viento, es como si la obra cobrara vida», comentó Johnny Vásquez.
Una historia conmovedora que vivió Johnny cuando trabajaba sobre las esculturas, fue cuando una mujer que, enfrentando una crisis personal, encontró paz al escuchar los sonidos de las esculturas. «Me abrazó y me agradeció”, dijo. “Ésa experiencia le cambió el día y que encontró una paz inexplicable», compartió
Un matrimonio unido por el arte y la historia
Esta creación única es el fruto de la colaboración entre Johnny Vásquez, diseñador gráfico y artista plástico, junto a su pareja Paola Pimentel, profesora y pintora autodidacta.
Juntos, no solo como pareja sino como un equipo creativo, dieron vida a una experiencia artística que va más allá de lo visual, convirtiéndose en un ícono de la comuna y la región que los turistas visitan.
Johnny y Paola encontraron en el arte no solo una pasión compartida, sino un puente hacia la revalorización cultural. Paola, con casi una década de experiencia en la reproducción de momias en miniatura, encontró su musa en la cultura Chinchorro. Por su parte, Johnny, con su dominio técnico y su visión artística, complementó este sueño. «Nos unimos como matrimonio y el arte también nos unió», afirmó.
El proyecto que marcó su consolidación como artistas comenzó con un desafío: crear un ícono para la región de Arica y Parinacota. Así nació «La Guardiana», una escultura instalada en un montículo en la caleta de Camarones. Esta obra no solo celebró la herencia Chinchorro, sino que también rompió esquemas al proyectar esta cultura en una escala monumental, como si se tratase de un moai del desierto.
El viento como alma de la obra
Tras el éxito de «La Guardiana», el dúo fue convocado para un nuevo desafío escultórico. En esta ocasión, la inspiración llegó de un fenómeno natural del lugar: el viento. Observando los intensos flujos de aire que recorren la quebrada de Camarones, Johnny y Paola idearon una escultura interactiva que integrara el viento como parte de su esencia.
El desafío del desierto
Crear estas esculturas no fue tarea fácil. Trabajar con concreto bajo el sol abrasador del desierto, enfrentando vientos cargados de arena y las temperaturas extremas, fue una verdadera odisea. Sin embargo, esta adversidad fue el lienzo perfecto para la inspiración de Paola, quien, en un acto espontáneo de creatividad, decoró las esculturas con grabados que cuentan la historia Chinchorro. «Fue una inspiración que nació de la soledad del lugar y la magia del entorno», recordó.
Legado y conexión
Johnny y Paola crecieron en Arica, rodeados de historia. Su infancia en los faldeos del morro, donde se encontraron las primeras momias Chinchorro, los conectó desde pequeños con esta rica herencia cultural. Hoy, esa conexión se traduce en obras que no solo celebran el pasado, sino que invitan a las personas a vivirlo y sentirlo.
Con cada escultura, este matrimonio artístico reafirma su compromiso con la memoria y el alma de la cultura Chinchorro, demostrando que el arte, cuando se entrelaza con el paisaje y la historia, puede convertirse en una experiencia trascendental.
Su obra nos invita a escuchar no solo con los oídos, sino con el corazón, y a mirar hacia atrás para entender mejor quiénes somos.
Así, en cada nota, en cada eco, las momias Chinchorro cantan. Y nosotros, maravillados, respondemos en silencio.